17 de junio: luchemos contra la #Desertificación y la Sequía, y así contribuir a alcanzar los #ObjetivosMundiales de la ONU.
Este 17 junio se cumple un nuevo año desde que, en 1994 la ONU declara la adopción de esta fecha para la lucha contra la desertificación y la sequía.
La precisión conceptual constituye el primer paso a los efectos de comprender los mecanismos que dan origen a cualquier proceso natural o no, que ocurra en el planeta; para pensar más tarde en las formas más adecuadas de manejar y administrar las consecuencias resultantes de dichos procesos.
En este contexto resulta especialmente interesante recordar, en primer lugar, las definiciones de sequía, aridez, desertificación y desertización. Definiciones estas que se pueden matizar dependiendo de la fuente y del tipo de especialista y sus paradigmas de formación.
La sequía hace referencia a la falta, déficit o escasez de agua sostenida y prolongada en un intervalo de tiempo finito en una región determinada. En este contexto un hidrólogo estará interesado en la sequía cuando los procesos de escorrentía superficial, los niveles de los acuíferos, así como los niveles de agua en lagos y embalses no son suficientes a los efectos de satisfacer las demandas o requerimientos para abastecimiento urbano, agrícola, industrial, turístico, ecológico (sequía hidrológica) entre otros; mientras que a un meteorólogo o un climatólogo les concierne la sequía en el contexto de un periodo de lluvias por debajo de los valores normales en un intervalo de tiempo (sequía meteorológica). Por otra parte la sequía agrícola se presenta cuando la cantidad de humedad en el suelo es insuficiente para el desarrollo y mantenimiento de los cultivos.
Por su parte la aridez es una característica climática permanente de una zona o región determinada relacionada directamente con el bajo promedio de lluvia y de agua disponible así como la presencia de altas temperaturas; en cambio, como se había señalado en el párrafo precedente, las sequías en esencia tienen un carácter temporal propios de la variabilidad climática de una zona, pudiendo ocurrir en cualquier régimen térmico y pluviométrico: árido, semiárido, subhúmedo, húmedo o muy húmedo.
En el caso de la desertificación, esta se refiere en esencia, al avance de condiciones similares a la de los desiertos de zonas que antes eran fértiles debido a las actividades humanas. Entre las causas de carácter antropogénico más importantes destacan: i) la deforestación, ii) el sobrepastoreo, iii) el uso inadecuado de los recursos hídricos de una zona, iv) la prácticas agrícolas no sostenibles, entre otras.
En el caso la desertización implica la formación de desiertos mediante procesos naturales, entre los que destacan factores astronómicos (cambios en la precesión de los ejes de rotación de la Tierra, así como en la excentricidad de la órbita solar y en la cantidad de radiación solar recibida), factores geológicos (procesos de transgresión y regresión marina, cambios tanto en la distribución y formación de los continentes, así como aquellas modificaciones sobre la dirección de las corrientes oceánicas, entre otros), además de los factores climáticos (disminución de los volúmenes de precipitación caídos en un área, cambios en los patrones de circulación de los vientos, incremento en los valores de temperatura y evaporación).
Lógicamente diferenciar la desertificación y desertización es muy sencillo a nivel teórico, pero en la práctica resulta bastante difícil determinar, si las causas son solamente de origen natural o sin son inducidas exclusivamente por el hombre y sus actividades, cuando avanzan los desiertos.
Para finalizar esta nota, se esbozan algunas medidas relacionadas con el manejo y administración del agua cuando se presentan déficits sostenidos y extensos de las precipitaciones caídas en una zona:
- Manejo de la oferta del agua mediante: medidas de conservación de cuencas hidrográficas, con las consecuentes prácticas agrícolas sostenibles para el uso de los suelos, reducción de la producción de sedimentos, manejo de las coberturas vegetales, además de evitar procesos de eutrofización en lagos y embalses, así como reducir las pérdidas de aguas por evaporación (proyectando sombra y empleando barreras rompe vientos sobre los cuerpos de agua); reuso de aguas servidas previamente tratadas, manejo de acuíferos, por nombrar solo algunas medidas.
- Aprovechamiento del recurso hídrico mediante la construcción de obras hidráulicas de captación, almacenamiento (por ejemplo embalses), conducción, tratamiento, distribución y recuperación de las aguas.
- Manejo de las demandas o requerimientos: asignación planificada de los usos del agua, incorporar a los diversos actores sociales en la toma de decisiones relacionadas con la distribución equitativa de los recursos hídricos, educación ambiental, uso de equipos de medición, reducción de fugas en los sistemas de distribución, alza de tarifas, aplicación de riego por goteo, entre otras.